Siénteme en el aire, siénteme en la brisa
que besa tu piel de seda y con sus suaves
dedos, toda te acaricia.
Siénteme en las miradas de toda la gente,
Siénteme en sus palabras bellas o soeces,
Siénteme en la rama que ondula, que se mece
cual padre piadoso que a su niño adormece.
Siénteme en todo, siénteme en la nada;
Siénteme en el fuego, igual en la cascada;
En tu pelo y en tus plantas; siénteme…
sediento de distancias, sediento de tus aguas;
sediento de las cumbres, cayendo en la garúa,
impetuoso en la corriente, oloroso cuando inhalas.
Siénteme alado, el más fuerte y el más frágil,
de mirada tan profunda que distingue
las olas de las playas más lejanas,
el átomo cercano que construye el tálamo,
la miel y todo sin par de exquisiteces;
siénteme junto a ti desde antes del principio,
siénteme contigo más allá del fin;
siente que somos uno, que ambos llenamos,
ambos, sorprendentemente, el vasto confín.