Aletargado me sorprendió el rocío
dentro de mis acogedoras sabanas,
me miró con cara de dulce niña,
y al ver mis sienes plateadas.
Un suspiro de ángel,
emergió dentro sus exiguas aguas,
mientras se refleja
la blanquecina luz de la madrugada,
entre sus ligeras escarchas.
Nos miramos en silencio,
yo a sabiendas que pronto partiría,
y ella presintiendo que aún
no se secarían,
mis dolidas aguas.
Con un luminoso destello,
se despidió de mi,
y en silencio la vi cuando partía
hacia distantes mañanas,
mientras ella triste se despedía,
sin saber que sería de mi,
la próxima alborada.
Autor: Marco Gonzàlez Almeida