Deja que caiga la noche y con ella los deseos prendidos…
que se entregue la luna al cielo de traje estremecido,
que lleguen ellas, una a una, y bailen en su ancho firmamento,
y sean guardianas, que nos custodien en nuestro fiel momento.
Deja que se oigan los cantos de la noche y en ellos, el nuestro.
Que lluevan verbos de amor entre tú y yo, testigo de todo esto,
que lleguen las luciérnagas libres… para alumbrar nuestro lecho
y que nuestros sueños comenten lo que con nosotros han hecho.
Deja que sea yo la dueña de cada uno de tus efusivos rincones…
que seas tú quien te deleitas el manjar que hoy por fin comes,
que seamos nosotros dos los que justamente nos disfrutemos…
y que nadie nos apruebe, porque Dios ya permitió que nos amemos.
Deja que sea el silencio el lienzo donde dibujemos nuestros besos,
que el frío de esta noche pincele nuestras horas, ésas de embeleso…
que se pronuncien los colores, y den lujo vivaz a lo que cada uno siente
y que sea tu alma y la mía, las que eternamente digan hoy… presente.