Hugo Emilio Ocanto

Después de la guerra( Autor: Jerónimo Sureda - En la voz de Hugo E. Ocanto)

¡Mamá.. mamá, he vuelto...!

¿Pero dónde diantres estará la vieja

que ni siquiera al puerto me ha ido  a esperar?¿estará en la pieza?... quizás esté enferma...

¡Qué idea más triste... qué idea más negra...

No quiero pensar...

Mamá... ma... es mejor que no grite...quizás le haga daño la hermosa sorpresa

de ver a su hijo volver de la guerra...

De donde no vuelven sino los que tienen

una suerte perra,

porque fueron hombres, y retornan fieras...

Pero... nadie... nadie me espera...

ni siquiera la buena gallega Manuela...

Pues creerán ellas la falsa noticia de que

al perder el brazo ,quedé en las trincheras...

Por eso es que temo de darles disgusto

al verme llegar así, de sorpresa...

¡Por fin oigo pasos!  ¿Quién va en la escalera?

¡Manuela, Manuela...! ¿Cómo está mi gallega?

¡Qué guapa y qué moza!

¿Dónde está mi madre? Tres años sin verla...

Estará remozada, más linda aunque vieja.

¿No ve usted estas flores? Las traigo para ella.

Para adornar las canas de su cabellera.

Recién en el puerto me gritó una moza:

¿Dónde vas valiente por la vieja calle?

Camino a mi casa , para ver a mi madre.

Se acercó y me dijo: \"llévale estas flores,

y que Dios la ampare, ya que dio a la Patria

un varón tan grande, y para ti, este premio:

me besó en la cara, y se fue volando...

Y yo... con las flores... me quedé pensando...

Pero no calles Manuela...¡ levanta esos ojos...!

¿No ves que me matas,no ves que me apenas, no ves que me ahoga esta duda negra...?

No llores Manuela, ya sé, te comprendo...

¡Es otro regalo que me da la guerra!

Mi madre, mi brazo...

la visión siniestra de aquella tragedia...

Tendales de muertos, millares de heridos,

montones de cruces

que se levantaban igual que fantasmas bajo las estrellas...

Y el triste recuerdo de la cara aquella,

cuando una granada me destrozó el brazo,

y tirado en el fondo de aquella trinchera,

llamaba a mi madre, rogándole

al cielo que me guardara el otro siquiera,

para poder abrazarla cuando yo volviera...

 

Y aquel compañero, que cubrió mi cuerpo

cuando estaba herido sangrando en el suelo...

Y para salvarme peleó al enemigo con instinto fiero 

mientras yo gritaba:

¡Mátalo a ese perro, dale, dale...!

¿No ves que no quiere dejar que yo vuelva

para ver a mi madre, sin pensar siquiera

que allá en otra tierra habrá otra madre que hoy llora y espera...?

¡Yo quiero a mi Patria!... yo quiero a mi Patria,

y con un solo brazo sabré defenderla,

arando los campos, sembrando la tierra,

contando a los niños mi honda tragedia, para que in crescendo conozcan...

los negros horrores que enseña la guerra...!

¡Déjame que llore, déjame Manuela...!

Y junta esas flores, y vamos a verla...

¿acaso... no dijo la moza del puerto... que son para ella?