(I)
Así, la cera.
Así, la escarcha.
Con sus alquimias naturales
decorando los cuerpos,
transfigurándose,
mudando y reviviendo.
Ambas maleables,
teniendo eco.
(II)
Desleída: la escarcha en el aire.
Acentuando el sabor matinal
cuando gotea con musicalidad siendo agua.
Resuena relajante, entre pausas,
su leve chapoteo.
Resulta ser un gesto que musita
junto a esa luz
ya desperezada por el alba.
(III)
Tras tenue intensidad;
apocada, hipnótica e intermitente:
la altiva y sólida vela encendida,
presa de una timidez introspectiva,
se doblega y achica
ante el persistente anaranjado de una llama.
Así, la cera; como bello collar con mil formas;
adheridas, sobrepuestas,
sutilmente amasada al derretirse.
Posada, vistiendo el largo cuello de cristal
y la barriga de la estirada botella.
Así, la vela; alzada.
Contándole a unos ojos su única leyenda:
que se deshace aferrada a un trasfondo;
el de la útil compañía,
el de su iluminar.
(IV)
Y cantó...y compuso
conjuntando la madrugada.
Rompió la húmeda invisibilidad.
Hiló encontrando partículas escondidas.
Domesticó la resquebrajada sequedad de las cercas.
Le dio de beber a la sabina de los ventanales
y al roble de las puertas,
cuales por sus dinteles, lloraban indefinidamente
sin precisar, cuánto era de grande el peso de sus lágrimas.
Escurridizas, hizo a las manos
al apoyarse en las columnas del porche.
Resbaladizos, hizo a los pies
ante los cuatro escalones
anteriores a la entrada.
Cubrió de transparencias,
así hizo el dulce sollozo de la madrugada.
Cubrió la herrumbre y pintura
de las tumbonas acostadas a la intemperie.
Y de las hamacas, cada uno de sus engarces.
Hasta al lago alfombró,
helándolo le dio frío a sus sueños.
El frágil agua interpretó bien alto,
un himno dedicado a la escarcha.
(V)
Así, el amor;
el amor se transforma, cambia.
Como la cera de una vela
o como el dúctil agua de la escarcha.
Así el amor siempre es amor,
pertinaz, sigue su curso.
318-omu G.S. (Bcn-2012)