Es duro, siendo de barro
ser tu príncipe azul,
que El Señor guardó
desde siempre para ti.
Ser gallardo Campeón
en el azaroso Torneo
por tu felicidad.
No el más sincero luchador
sino la mejor opción.
Adorable y divina.
Uno, que en su frágil humedad
lleva un malsano traidor
que alborota su mente,
que corroe por dentro
y destiñe la imagen
de perfección.
Una cosa, no obstante
aprendí de tus labios,
agridulce certeza
que formaron, mi memoria y tu cuerpo
y la luz primigenia
de tus ojos:
Por más que uno se oculte
el Amor te alcanza
y no importa quién o qué uses
para escudarte.
Sanarás o no
mis peores miserias
- no has de ser más que El Creador -
yo, me salve o no,
musitaré tu nombre como una oración.