La vigésima Bella Durmiente,
que ya estaba enterada
de la rutina precedente,
contempló al príncipe preocupada.
El sueño centenario
quizá estropeó su aliento
e hizo del beso legendario
un asqueroso momento.
Había tantas variables
porque preocuparse:
¿se verían saludables
su cutis sin asolearse
Y el pelo sin tratamiento.
La habrían bañado bastante.
O sería un esperpento
oliendo a heces, repugnante.?
La alimentación intravenosa
y la poca ejercitación,
¿consiguieron que cada cosa
aun estuviera en sazón?.
Dependía de la eficiencia
de los profesionales de la medicina
de la Perrault, la Agencia
cuyo contrato nunca termina.
Y por otro lado, después de tanto reposo.
Este, con todo y su aristocrática hermosura.
Será suficientemente fogoso
Porque sin apenas disfrutar, ¿boda?
No me jodan.