La anciana campesina caminaba lerdamente
por aquel sendero de álamos bajo luna llena,
cargaba con dificultad un atado de leña,
para alimentar una hoguera que poco desdeña.
Un joven juez se encontró con ella,
conmovido por la edad de aquella,
de las condiciones en que vivía,
total opuesto de cómo él residía.
Echó un vistazo al rancho de la anciana,
notó que era tugurio sin alma y con sed:
un pedazo de techo caído sobre una pared,
donde antaño se quedó dormido sin piel.
La anciana hablaba alegre y con paciencia,
No había tono de queja ni de carencia,
aquellas palabras llenas de gratitud;
al juez le impresionó tal actitud.
Comía de lo que crecía en la granja
y tenía un jardín de parca,
tenía algunas gallinas y una vaca,
jamás supo lo que era una resaca.
¿Le puedo ayudar con ropa, medicina o calzado?
-Inquirió el joven juez abogado-
No necesito nada para mí, pero si para el viejito
que esta enfermito y en la cama postradito.
Tiene muchos dolores de todos los colores,
me toca hacerle todo de mil amores,
el pobrecito no puede ni moverse,
anhelo que aunque sea poco pudiese.
Hace dos años lo encontré desamparado
y en el piso tirado.
¿Cómo lo iba a dejar solito?
No me lo hubiese perdonado por un segundo.
El juez reflexionó
“Nadie es tan pobre que no pueda dar,
ni amor en generosidad regalar,
nadie es tan rico que no necesite recibir,
pues la vida misma le regaló el vivir”.
Te amo amor, por tu forma de dar y esa manera tuya de amar;
que a ti te confundo con mitad ángel y mitad piel por ser fiel.
………….♥(¯`*•.¸♥ Millón Durango ♥¸.•*´¯)♥……………