\"La noche se va con el día/ y vuelve luego a buscar su estrella,/ así soy yo que moriría/ y volvería a nacer por ella\".
Estuve hablando con la noche hace poco,
no me mires como si ya estuviera loco
y sin tener fiebre, me hallara desvariando.
La noche para que lo sepas, sí sabe mucho
y a veces junto a las estrellas la escucho
cuando ella y yo juntos estamos recordando.
Sabe por ejemplo de tu pose estando acostada,
de ladito así para poder hablarle a tu almohada
y de cuando a veces, algunas lágrimas te salen.
Sabe de mis esperanzas, mis sueños que no niego,
sabe que el amor en ocasiones es como un juego
en el que hasta las trampas se aceptan, se valen.
¿Crees que todo sucede y la noche no se entera?
Siempre he creído que tiene una secreta manera
para enterarse hasta de lo que más escondemos.
Como tu almohada, sé que ustedes son amigas,
que intuye aunque de pronto tú no se lo digas,
cuánto nos necesitamos o cuánto nos queremos.
La noche es prudente pero sabe nuestros secretos,
sabe que el olvido no se logra sólo con decretos,
no basta con decir que vamos – ahora sí – a olvidar.
Pero el tiempo transcurre indetenible, duro y frío
y no se detiene como tampoco se detiene un río,
como tampoco aunque indecisas, las olas del mar.
Como te dije, he hablado a veces mucho con ella,
con cierta complicidad de alguna lejana estrella
que suele acompañarme porque tiene esa maña
y es la noche tal como tu almohada seguramente,
una maravillosa y siempre confiable confidente
que sabe bien cuando tu corazón late y me extraña.
Si estoy loco por hablar con la noche estrellada,
entonces tú lo estás por hablar con tu almohada
y creo que ambos las mismas palabras repetimos.
La verdad puede parecernos hasta algo muy raro,
pero lo cierto es que el amor se nos presentó claro
y ninguno de los dos queriendo tanto lo entendimos.
¿Y qué es lo que sabe la noche? De mi soledad...
¿Y sabes qué sabe tu almohada? Toda la verdad
de sentimientos que los expresas hasta dormida.
Podemos ponernos de acuerdo y recoger las piezas,
para que armemos por orden la historia de tristezas
que ha dejado esta honda huella en nuestra vida
Le pediré por ti a la noche que ya no me sienta
y pídele tú también a tu almohada que te mienta
para que al amanecer no te diga que me nombraste.
Yo tal vez ahora me ahogue por ti en el alcohol
y le cuente ya muy borracho a mi amigo el sol,
que a él igual que a mí, hasta sin noche lo dejaste.