¿Quién se aferra al único segundo que sujeta a la vida?
¿Quién puede cambiar el viaje a lo eterno
por la entelequia de sucumbir en el mar apenas un segundo?
El invierno resguarda mi frío
en los ventanales de la estación tuya.
Te lloro –lejanos- mis párpados de lágrimas
mi boca aguijonea una sonrisa etílica
el breve suspiro podría respirarte en mi /limbo/
una clave basta para resolver el acertijo
de mi amor insomne en el rincón tuyo.
¿Quién puede pedirle al amor no sentirlo?
Yo te presentía en los vestigios de mis signos
en los tótems de mi fauna nocturna
En la flora carnívora
desgarrando mis raíces /que abrazan/ las corolas tuyas
Yo te amaba en las líneas secuestradas
por el murmullo invisible de tu lengua en mis labios.
Yo te amaba en mis manos
cuando ellas temblaban al pincelar inexpertas
El rostro de mi alma
/Tu rostro dibujado en mí/
En las rencarnaciones de mis nacimientos
Yo te amaba desde el invariable segundo
el primer segundo encriptado en la suma
/Multiplicadora de mi solo destino/
El segundo disminuido del reloj en tu pecho.
El segundo decisivo de mi muerte intangible
en nuestro reloj pulverizado
por el amor de ti,
enlazado en las horas
de aquel péndulo oscilando el infinito
Y yo,
Me aferro al segundo, para alumbrarnos juntos
en los enigmas abovedados de mi lenguaje poético.
Perennemente tuya.