Vestidos con camuflaje de imperfección,
ignoramos lo obvio.
Tratando de engañar al tiempo,
esperando un eterno milagro.
Sólo seres pasajeros jugando a ser infinitos.
Temiéndole a un Dios y creyendo
ser él.
Un buen día con su majestuoso
manto hace alarde la realidad y nos
damos cuenta que somos polvo, que no
somos tan Dioses... que la esencia flota.
La señora bonita, vestida de negro
nunca fue nuestra enemiga.
Deambulamos en pensamientos
soases; a veces la nada es suficiente, en
ocasiones lo suficiente es menos que
nada.
El misterio de la ingratitud
nos arropará siempre.
Bendecimos y maldecimos el trayecto,
esperando la luz.