DAMSYD

A tí, mi pequeño Uriel.

 

Pequeño arcángel luminoso,

bajaste del trono del creador

para hacerte carne en el vientre

de una mujer que sin conocerte te amaba.

Mirarte sonreír es colmar de dicha

y milagro nuestros corazones.

Que ventura ofreces

si tu delicadeza yace

en las ramas de este árbol

que cansado vive

y que encuentra en tí

la inocencia que enternece

y hace abandonar las cuitas

de la vida diaria.

En tu presencia se olvidan llantos,

perecen mil tormentas,

resplandecen cien soles

en una misma era,

se yerguen montañas de alegría

y se pintan arcoiris de ternura.

Tus preciosos ojos

como estrellas que fulguran,

se descubren en cada alba.

De tu boca caramelo

das besitos en la cara.

Tus manos níveas y diminutas

aprendiendo a asir con premura

todo lo que tocan.

Mi pequeño angelito

has llegado a nuestras vidas

para darnos con tu vida

la savia que circula al existir.