Aquellos siglos de los misterios prohibidos,
hoy sendas de la perversión andadas.
Aquellos ríos de fructiferas gemas ,
hoy richuelos de oro negro.
Y se soñaron los otoños
y se vivieron los inviernos,
mas nunca se seco la primavera eterna.
Se sembro la tierra
se levanto cosecha;
mas se regó con el rojo purpura
de los huesos cansados del labrador olvidado.
Se posaron parvadas de aves negras
y se alimentaron de miel y llanto.
Sólo queda el pulso de aceite de las fuensantas,
que en catastroficos versiculos se oye su murmullo.
Àrboles de sombra,
luz llovizna en la tierra seca
de las sombras lunares,
que hoy en sabana de otoño
se cubre su lento viaje
al gozo de las larvas y gusanos,
en festìn del cuerpo yerte,
que se vistio de gala y termino en huesos