Por cuestiones de tropiezos,
de la vida hicimos uno.
Miraba mis manos,
y ahí te encontrabas,
desconocida, cálida e hiriente,
retoñante de mi piel,
y vigorosa de mi sangre,
protegida entre mi carne
reposabas imponente
desplegando tus raíces.
¿Quién eres? Pregunté.
Esperé y esperé,
imaginé un tallo y unas hojas,
quizá de aire o unas rosas
imaginé el aroma
entre mi palma
y una caricia entre mis dedos,
y aún sin conocerte
llegué a amarte
porque de mí
formabas parte,
porque existíamos
yo y tú en uno solo
porque éramos
solamente éramos,
y esperé de tu cariño
cuanto tiempo lo esperé,
tu vivías, me sabías,
y yo de la esperanza,
de la rosa o de la hoja
añoraba mirarte.
Esperé y esperé,
tú, grotesca,
verdugo del sentir,
cuánto seco dolor
a pesar de que éramos,
solamente éramos,
hasta que tú fuiste,
y solo tú fuiste,
te sentía y me dolías,
mala sangre.
Dado el caso
procedí a descubrirte
con mi dolor te resistías
te aferrabas a mi mano
al amor que te tenía.
y contuve el aire
y retuve al tiempo
y con una mueca
y de un jalón
te descubrí
inerte y desterrada,
ni espiga de rosa,
ni semilla de aire,
te descubrí,
destinada a mi olvido.