No entiendo las razones del destino,
cruel jugador de casino,
que apuesta nuestro amor a los dados
y lo pierde, agua entre las manos.
No entiendo los motivos que el cielo tiene
cuando el capricho de su azar detiene.
No entiendo qué debo entender
si tú no estás, y yo lo sé.
No entiendo las torpes jugadas,
perdedoras sin el fulgor
de las cuatro letras marcadas
en el número amor.