¿Que penas? acongojan tu alma,
¡Dime! qué tristeza inunda tu vida,
Ríos derraman tus cuencas,
A veces de amor y de melancolías,
¡Dime niña!, hoy tu mano camina abrigada,
¿Por qué? te abrazas de la melancolía,
¿Por qué? construiste un muro tan alto,
Como gran fortaleza, en tu vida.
No dejaste puertas ni ventanas,
Para poder trepar y extenderte mi mano,
Y quizás una sonrisa robarte, al anochecer,
Quizás espantarte, el cansancio del día.
¿Qué hiciste con tu alma y la mía?
Porque sobrepones orgullo a simples heridas,
Qué más quisiera, abrazarte algún día,
Y decirte, que aun te quiero amiga mía.
Que las palabras se las llevo el viento,
Que nunca, en mi alma odio había,
Que el amor de Dios es más grande,
Que el engaño y las simples mentira.
Pero mi boca calla,
Los muros no escuchan,
Mis palabras se vuelven susurros,
No ves tú mi vuelo, en las lejanías.
Yo a lo lejos observo tu vida,
Que se aleja cada vez de la mía,
Y en silencio respeto,
La sentencia que diste aquel día.
Si pudiera, mis alas te daría,
Para que vueles, como yo aprendí, en esta vida,
Pero tú te aferras a otros sentires,
Que duelen, aunque pasen los días.
Pero te digo una cosa mi niña,
Yo, he cometido muchos errores en la vida,
Mas el perdón , desde el cielo me guía,
Y mi carga, él la lleva, con justa medida.
Si caigo, aprendo en la caída,
Me levanto, con la mirada erguida,
Si mis cadenas me llevan cautiva,
No soy quien para condenar en esta vida.
Más mi alma es libre,
Como el águila en las lejanías,
Que emprende su vuelo,
En el amanecer de cada día.
Hoy nacen por ti esto versos,
Aunque jamás lo sepan,
Tu alma y tu vida…