Trovador de Sueños ...y realidades.

Un bus, una parada y un niño…


Incómodo asiento en colectivo de ruta corta,
de pasajero abstraído andaba,
en una parada de bus, en cualquier calle de mi ciudad,
sube una dama con su niño a cuestas, cara cansada de harto hastío,
popular refrán mordaz en general, caballeros hay –asientos no-
el reloj marcaba cerca de la diez treinta horas,
le cedo con amabilidad el asiento, a su lado quedo
en el pasillo central del bus,
al rato me fijo en el niño fugazmente, ensimismado en pensamientos,
lo primero que me llama la atención…
son sus ojos… dos rutilantes estrellas brillantes
llenas de luz y asombros se posan en mi rostro,
de allí en adelante, miradas de ternura, sonrisas de alegría
me obsequiaba, picardía a flor de piel de no me dejaban
apartar la vista, hasta una canción tarareaba
la cual nunca le pude entender, pero hizo algo con su carita
un no sé qué, -y ocurrió-

 

 

… /// …

 

Fui de nuevo amamantado por mi madre,

me escuché mis llantos de bebé,

cálidas caricias sobre mi niñez,

-cuanto amor-

besos de infinita ternura y cuidados,

apretones, sobadas, pañales y teteros

y ni hablar del termómetro rectal,

fueron desfilando en mis recuerdos,

mis primeros juguetes, los sonidos,

música que no terminaba de entender

de dónde salía,

mis primas letras, ese abecedario que se te clava

y no te suelta, hasta que te lo aprendes

de memoria –si te lo preguntaban salteado-

te perdías entre letras y letras,

esos números martillados en cabeza,

no te salían las cuentas por ningún lado,

la angustia y el disfrute entre canicas

-ganar o perder unas cuantas-

y la pila de ellas se te acaba sin darte cuenta,

papagayos, trompos van y vienen,

-esa niña del recreo que te sonríe-

ese beso escondido que no te sabe nada bien,

-pero como te hace latir de emoción-

el primer mandado a dos cuadras de casa,

ese cambio que te devuelven de monedas

al hacer la compra, mis padres me dicen

-quédatelo pa que compres la merienda en la escuela-

y tantas, tantas… nostalgias de ese niño

que en el camino fue quedando,

pero esa presencia tierna y esa picardía

que me encontré en el bus,

me hizo niño de nuevo,

con tan solo una sonrisa en su rostro…

Ese niño no lo olvidaré jamás…

 

 

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Carlos Dos Santos Daniel
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