Hay momentos en la vida
cuando la nada es el todo.
Cuando te encuentras rodeado
de cardos, guijarros y de lodo.
Cuando tu corazón y tus ojos
están llorando a mares,
celebrando los pesares
que les dio un mal amor.
Es cuando te has dado cuenta
que el amor es arena movediza,
que te has movido de prisa,
que no quisiste, que no supiste esperar.
Es el todo el que te queda,
lo que ha quemado tu alma,
que te hace perder la calma,
que no te incita a llorar.
Es el todo que no es nada,
ni una caricia perdida, un suspiro
de tus labios, un volver a tu pasado,
media taza de café.
El de paria desterrado, que ansía ser amado,
comprendido, y poder gozar algún día de un amor.
Que esté lleno de besos, de caricias furtivas,
de pequeños te quiero, que tus dedos le den.
Y es el calor de no perderte, de soñar entre tus brazos.
Es cantar tus melodías, tus poemas, tus mentiras
y llenar el alma en pena de radiante libertad.
Es la nada, es el todo, es lo único que tengo.
Son tus alas siempre al vuelo; es vivir tu soledad.
© Armando Cano.