Difícil fue aceptarlo
y más aún analizarlo,
llanto de sangre y de fuego.
Hoy ante ti lo confieso
mis enojos tienen nombre
y apellido también.
Son los celos que me inundan,
que se clavan en mi ser,
que me pesan como plomo,
que me acaban,
que me rompen,
soy su presa,
y ya no se que hacer.
Celos que me inundan
cuando tus ojos se pierden
en horizontes sin fin.
Celos cuando suspiras
y añoras otros brazos,
cuando en silencio te quedas
recordando el pasado.
Celos al ver que tus pasos
recorrieron ya caminos
que jamás hollaron los mios.
Celos, sí, malditos celos,
cuando tu boca me besa,
y recuerdo que esa caricia antes era
suave...
tímida...
y ahora son distintas
productos de otra pasión.
Celos de esa mirada
que se pierde en la nada,
de la piel que tocaste,
de las lunas que miraste,
las estrellas que contaste,
de la música,
de las palabras,
los poemas y canciones,
entregadas a otro amor.
Celos de los regalos
que a mis manos no llegaron
de las palabras de amor
que pronunciaste para otra,
de los pasos que has seguido
o los que te acompañaron.
Celos de otros amaneceres,
tardes, noches entregadas
en brazos de esa persona
con quien quisiste olvidarme...
Celos, sí, irrefrenables,
celos por esa sonrisa
que se dibuja en tu cara
cuando recuerdas,
cuando añoras.
despertar en otra cama.