Llegados a estas fechas,
el alma se obliga
a remendar el velámen.
Suele el marino,
quedarse en tierra,
a pasar sus navidades.
El mar, lleno de fúria,
no respeta la madera,
ni los nobles metales.
Al mejor de los navíos,
se le aflojan los tornillos,
en timoneras y mástiles.
Descánsan en mi pesebre,
algunas herramientas
y simpáticos animales.
El año ya pasó,
ahora es tiempo
de curar los males.