La vida siempre está llena de pruebas y obstáculos, los cuales nos hacen caer y desmayar y se pierden las ganas de seguir, la confianza en uno mismo y luego en los demas, pero siempre va a haber una lucecita que en toda esa oscuridad te hace pensar que has de seguirla, para encontrar la inmensa luminosidad, que no es más que tu propósito, tu meta alcanzada... pero cuando llegas a eso tu dices: ¿valió la pena o no?, ya estoy aquí, ¿Ahora qué? y comienza otra meta la cual quieres alcanzar.
Lo bueno del caso es que no solo la vida te puede dar buenos momentos, porque te aburrirías en medio de todo, es como que lo tienes todo pero te hace falta algo. Tampoco te puede dar solo cosas malas porque terminarías en la obstinación y la aborrecimiento a la vida.
Todas las personas tenemos etápas en las que aprendemos y conocemos lo que significa el ser y existir, la niñez, la adolescencia, la juventud, la madurez y la vejez. Entre todos nuestros años, hay un momento en que la vida parece más difícil de lo que nos esperamos y dejamos de consultar las reglas, deberes, leyes, origenes y normas de ésta y nos lanzamos a escribir algunos versos que nos hacen soñar e imaginar lo que estamos deseando hacer, sentir.
Pero lo bueno es que no nos sucede una o dos veces, nos sucede muchas veces, es el amar, porque este sentimiento une, satisface, sana y le da sentido a la vida, pero el destino siempre se encarga de colocar barreras, obstáculos, pruebas y muchisimas cosas que nos hacen sufrir, pero que nos permiten aprender las lecciones de la vida.
Estas lecciones nos hacen reflecionar a cerca de lo que nos ha pasado y nos puede pasar. A pesar de todo, la vida es bella y nos da la oportunidad de rectificar y pensar en el hoy que nos permite seguir hacia un mañana.