Me das tus juventudes en letargo,
en abrazos acaecidos como espigas,
y las caracolas de tu rostro
se llenan de hollín de palabras por nacer.
No hago sino buscarte ahora entre la nada,
tras las huellas de borrachos
y maullidos incoherentes, de gatos
que viven oscuros y atareados,
viejos sabios, castigados por pensar.
En tu barco, lleno de juventudes
y de espigas y de gatos,
planeo el regreso, la búsqueda
de hipócritas tierras,
de engaños ofertados,
de notas sin compás.
Y así pasan las horas de mi vida ciega,
días enteros en que oro por tu juventud eterna
y aprovecho mi tiempo libre
sólo para envejecer.