¡Oh!, tú que me enamoras
en el estanque del sueño
y como agua me devoras
y me bebes todo el cuerpo,
dibujas iris abiertos
cuando nacen
los astros del cielo
y subyugas al amor
toda la pasión que tengo;
el fuego de todo mi ser
arde junto a tu cuerpo
y el corazón va latiendo
acelerado entre tus besos.
La caricia sensual,
el rizo del deseo anhelante
y el susurro de los besos,
son la sangre estimulante
que hierve sin cesar
y olvidado del pensar
crece el barroco suave
de tu dulce respirar
con el aliento de tu sangre
que es alivio al amar
y estalla con respirarte.
Me atraes, como el acero al imán,
amor de mis días y mis noches;
flor del alma
prendida a mi amor constante
que cada día vive más
sabiendo que nunca muere,
como el agua de aquel estanque
que sacia tu sed de amar
cuando devoras mi piel y mi sangre.
La vaga soledad
aviva la necesidad de amarte
y el hambre que siempre siente,
mi cuerpo que sin rozarte,
lame la cruel oscuridad
del vacío, por no tenerte.
Eres fugaz en mi vida,
como sal de la mar que se mece
a latidos del fuego constante
que arde serena en el alma,
incluso, más allá de la muerte.
¡Oh!, tú que me enamoras
nunca dejes de enamorarme.