Estabas impaciente, porque la noche apuraba,
te esperaba en secreto, mientras todo brillaba,
una estrella, en comunión, te concedió sueño,
nívea y radiante, bajabas del coche endiosada.
Una de mis manos, alentada ella de tu llegada,
decidió ser rey en el tiempo, iniciando velada,
la otra, sujetó como porcelana tu tibio cuerpo,
ambas esculpieron tu silueta de forma lozana.
Se fue poniendo más y más la noche irradiada
¿habrá sido motivo de ello tu dulzura de dama?
¿o, simplemente era el efecto de un encuentro
donde natural resultó cada estrella te adorara?
Entrada la madrugada, todo de mi acaparabas,
mi boca, barco perdido por tus labios de agua,
la nariz, satélite rumbeando galácticos pechos,
el resto del cuerpo, quería que jamás terminara.
Así, toda la noche la pasamos danza en danza,
demostrando que la oscuridad ambos surcaba
mientras espíritu de carne que a dos fundieron
continuaron sus devaneos, hasta nacer el alba.