Con la brisa derramada de tus besos,
en la árida noche de mis sueños/
puedo ver en tu regazo, nacer una
tierna rosa, delicada como tu sonrisa.
El aire seco se posaba en tu piel,
tersa –suave- cual pétalos de nube/
que con pinceles dibujaban; un arco
en el iris de tu dulce rostro de ángel.
La luna en tus ojos, iluminando mis pies/
que sobre tu cuerpo levitaban; sin dejar
de escuchar, el murmullo de tu manos/
llamándome con el musitar de tu llanto.
Bebí cada te amo, que vertiste en el
cántaro del sol/ donde calme la sed
de mis ansias, donde creció aquella
flor; con el amor de nuestras miradas.
Y ahora me pregunto ¿cómo?
como una rosa en el desierto floreció,
si en esa inhóspita tierra; hasta el nopal
pereció/ ahora entiendo el poder del amor.
Porque aun en el desierto; nuestro corazón
-fuerte- rozagante/ permaneció latiendo
a un mismo ritmo -en un solo tic-tac-
como aquella rosa, que nuestro amor cultivó.