Pastor solitario
El día en que le regalé a mi Padre un bastón,
me encerré en mi cuarto a llorar,
pues no me resignaba a entender,
que aquél hombre de acero ya no pedía pan.
Era albañil su corazón,
construyó su casa de sol amasando pan,
siempre nos decía de pequeños,
en sus horas de descanso y solas
hacerlo de día, de noche ponerlos a hornear.
Ya no sale de casa,
dejó de hacer vereda su caminar
alargó para mí un poco más ese camino
ese que se camina en la eternidad.
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Jorge G Sifuentes
12-24-12