No te vayas,
me das alegría;
tú agradas
al alma mía.
Desde que llegaste
todo cambió
el pasaje saturaste
con tu amor a Dios.
No, no te vayas,
quédate un rato más
que en tu seno guardas
los aires de paz.
Quédate por favor
no te vayas todavía;
si te vas no habrá calor
y el alma se enfría.
Pero tú no haces caso
te vas como siempre,
y después del abrazo…
te vas, ¡Diciembre!
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