Esta noche de insomnios, noche de serenatas de llantos,
noche de estampida de lágrimas
que se preparan como soldados de guerra.
Hoy me he decidido a llorarte mi última vez.
Después de esta noche no habrá gemidos del alma
ni sombra que se avecinen a mi guarida.
Ya no me sentiré vencido y con la hombría exhausta,
ni le daré la tarima a los desencantos
porque ya tus quejas dejaron de alarmarme
a los sueños umbríos
y a las desesperanzas calcinadas.
Admito, fui yo ingenuo en amarte,
adueñarme de tus labios fue orbita e extranjera dimensión.
Nada exigí de ti sino tu mano apretante.
Quizás debí arrimarme a tu sombra
en vez de hacerme de velas
hacia tu contrincante corazón.
Con vehemencia tus palabras me indignaron,
con ímpetu tu silencio me abrumó
haciéndome como un sepulcro sin lapida
al cual nadie extraña,
al cual nadie ama,
al cual nadie busca.
Se han vestido de diplomacia mis emociones,
aunque aérea se ha formado la simpatía,
pues tu amor fue volante y ficticio.
Tu mirada artificiosa se ha vuelto engañosa,
tus besos apócrifos,
tu sonrisa disfrazada.
No toleraré mas tus continuos rechazos,
no haré una desgracia el abrir mis ojos
y ver este mundo con ojos iracundos.
Porque la vida es una y se me escapa el aire
intentando amarte cuando sufro miedo
de cegarme y desquiciarme.
Daniel Badillo