Es ese son que cabalga…
las herraduras
levantando polvo en el corazón.
Un vaso inalámbrico para llenar
hasta mi ensamble
desde lejos
(el replicar de las campanas licuadas en el bebistrajo del tiempo).
Beberme de la saliva negada y morir a cada segundo,
esos labios mudos no desaguarán su hado
Ni los pliegues de un beso entorpecerán el aire
con el sismo inevitable del deseo.
Afuera seguirán esas gotas cambiando
la aridez del cemento, que arden
como agujas en tinta
clavadas en la terneza profanada y sobre tu piel,
el signo,
de quien mojó nuestras puntas con el gélido
tintero del destino, y yo piso los charcos
detrás del sol, (que no los pudo secar más allá del desespero).
"Un vicio hasta el dolor, y así es el dolor,
es la pasta dental de todas las mañanas,
y las cerdas del aire limpiando con frenesí,
la cruz atada a mis espaldas,
sacándole brillos a la carne herida,
enamorándose de los as en sangre,
clavados como flechas a cada albor,
y así tu mirar y la luz, el roce de tus manos
...de la briza que no se percibe antes del huracán...
Ese silencio huérfano de tu voz, y de mi grito,
saldrá al encuentro de cobijas nocturnas en el
rezo de la noche, nombrándote a cada segundo.