Nos anticipamos de corazonada a razonamiento
Al momento implacable de la despedida.
[No porque quiera vivir planeando mis derrotas]
El oficio de un buen escritor
es a una historia de amor, masacrar
en el clímax mismo de la pasión.
En medio del primer beso
Como telón de fondo,
Se escucha graznar a un cuervo.
¡Insensatos ellos!
Que no presagian de sus tragedias pasadas
El ciclo patético de sus propios cuentos.
Y justifican el sufrimiento,
Como la parodia trágica, de estar aprendiendo.
Pero se los ve, se los ve tropezar sus mandíbulas
En las fauces voraces del desamor sin remedio.
En cadencias de carnes masacradas por el deseo
No se miran así mismos, firmando el anticipo del epitafio
/de su crónica intermitente/
Un gallo canta después de que el apóstol
Negara tres veces haber sido bautizado por el credo.
Amanecen vaciados del Edén prometido
Luego se miran, se desconocen, se detestan
Toman sus estacas y a un costado del oído
Se gangrenan el verbo acometido.
Los protagonistas se hacen la eterna pregunta
¿Por qué en nombre del amor,
Hemos asesinado nuestros propios sueños?
“Y vivieron, felices para siempre”