"Inspiración que un día me viste/ creando letras para sobrevivir,/ fue tanta la fuerza que me diste,/ que aún no he dejado de escribir".
A veces ya no sé sobre qué escribir
y permito a mis manos solas decir
los motivos que mis letras tendrán.
Es como una revisión en mi alma
y me pongo a expresar con calma
todas las emociones que se me dan.
Termino hablando de un amor de ayer
o tal vez hable de algún nuevo querer
que le regala a mi vida otra alternativa.
Sé que escribir no me hará ningún mal,
puedo hasta escribirle a ese ser especial
que merece sin duda que yo le escriba.
Quién sabe si yo de repente, de pronto
pueda llegar a sentirme un gran tonto
por escribirle poemas a quien no los leerá
o tal vez aunque sea algo que yo no crea,
ella de alguna manera que no sé los lea,
aunque si es así, tampoco me lo dirá.
Puedo decidirme por escribirle a Dios,
a lo que en mis adentros yo llamo voz
y está siempre presente en mi conciencia;
escribir cosas que ni siquiera imaginé
por los efectos que causan que alguien esté
o por los que me provocan su ausencia.
Puedo escribir también de mí mismo,
sobre la diferencia convertida en abismo
entre lo que soy y lo que quisiera ser.
De lo bueno y lo malo que he hecho,
de un sentimiento que late en mi pecho,
de una flor, del viento, de una mujer.
De la luna, de la indecisión de las olas,
en fin, mis manos lo hacen todo solas
y terminan creando lo que todos leen.
Digo a veces que con el alma la amé
o aseguro tal vez que ya de ella me olvidé
...pero no sé si me lo creen.
A veces ya no sé sobre qué escribir,
pero creo que el mero hecho de vivir
hace que las razones para escribir lleguen
y entonces me expreso con mi emoción
de la esperanza, de mis sueños, del perdón
aunque eso me lo den o me lo nieguen.
Pero mis manos se sueltan y escriben
acerca de lo que vivo y lo que otros viven
y sé que puedo provocar risas o llanto.
A veces, déjenme decirles aquí entre nos,
me pregunto si debo pedirle perdón a Dios
por sentarme día a día a escribir tanto.