La luna,
fugitiva de miradas,
desparrama su luz de nácar
entre tu cuerpo y mi almohada.
Te miro en silencio mientras duermes,
desnuda de abriles y canciones,
entre sábanas plateadas de acordes y mañanas.
¿Dónde estabas,
cuando buscaba tu mano de estrellas azules,
bajo otras almohadas?
Ricardo Ayestarán