Vi tanto las estrellas
que empecé a quererlas.
Porque imaginé al mirarlas
que ellas también me amaban.
Las quise tanto que sentí celos
al verlas radiantes en el cielo.
Pero nunca fui correspondido
pues nunca fue mío su brillo.
Y es que las estrellas están tan altas
que mi amor no les hace ni falta.
Y yo sigo amando las estrellas
cada vez que puedo verlas.
Pero ahora las amaré en silencio
y así nunca sabrán que las pienso.
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