Era un grande barco, por mil mares navegué, hasta que una ola traicionera engañándome me ha dejado en una playa desierta, medio desecho, allí ha quedado el barco que he sido.
Subía la marea y me mojaba, pudriendo los destrozos. Bajaba la marea y casi seca, esperaba.
Un día sin data en el calendario, unas manos fuertes e cariñosas empezaran a recoger lo que restaba de él.
Sin límites todo hizo para arreglar y darme la figura del barco que había sido.
En el espejo del agua, me miro, soy un barco, más pequeño, pero estoy limpia y arreglada, ya no soy destrozos, soy yo.
En él vive mi salvador, me acaricia, me limpia el sal que el mar llorando deja en mi exterior. Bien entrañado en la madera, aún están pedazos de la ola traicionera, pero ya pasará.
Bien segura por la ancora callada bien en el fondo, estoy segura, al timón mientras esté mi salvador nada de malo volverá a hacerme destrozos en una playa desierta.
Del barco grande, un pequeñito ha quedado, pero es hermoso, brillante, donde pasan las gaviotas y saludan. Donde hay paz amor y verdad, hay sitio para todos. Tengo orgullo, por tantos mares haber navegado, callosidades en las manos de trabajar, tengo orgullo de nunca haber dado disgustos a mis Padres, de haber criado una hija, ayudado a tres sobrinos. De tener dado mi cama para que mis familiares durmieran con más comodidad, mientras yo dormía en la habitación junto a la cocina.
Orgullo de haber de mis provisiones compartido desde carne hasta muebles, ropa, joyas regaladas, no caras pero mías. De nunca dar un pan seco, no, yo lo comía y el fresco lo empaquetaba con un trozo de la mejor ternera a quien petaba a mi puerta a pedir algo para comer.
El grande barco surcando los mares, por el camino, mucho ha dejado a todos.
Casi terminó podrido y abandonado en una playa desierta, si no fueran otras manos , las tuyas a recogerlas sobras y volver a ponerlo a navegar, un poco más pequeño, pero lleno de todo lo que he sido toda mi vida, deseo de dar, sin pedir nada en cambio, solo para dar alimento a mi corazón.
Si enfermo por algo físico, no importa de la enfermedad salgo más fuerte y renovada. Quizá sea para acordarme de dar las gracias a mi protector, que es mi dueño y que por mí murió clavado en la cruz.
Sin sombra de duda, sé que piensan que me rebajan, duele, pero no importa.
Tengo mi barco brillante descansando en el mar de una playa desierta, pero tengo mi amigo y compañero con su sonrisa, con su bien estar sin tener casi nada a no ser su sueldo. Y feliz.
El querer no se compra, el ser honesto tampoco, el ser humilde es un don que nasce con nosotros, como una segunda piel.
Al término de un año más, no tengo nada de que arrepentirme y eso es bueno.
El bien que se hace lo que se regala, es una obligación, no merece premio.
Solo quiero seguir contigo, amigo, que con tu voluntad has restaurado de los destrozos mi barco de ilusión, que soy yo.
Oporto, 29 de Diciembre de 2012
Carminha Nieves