Apuntaba primavera
Iban juntas las cinco de la tarde
Y la mitad de Europa trasluciendo
Miserables sonidos, que llegaban de lejos,
Desde el acordeón hasta mi expectativa.
Esperaban mis ojos cercados por la duda
Abiertos tantas veces y vencidos por sistema
Pero nunca cerrados a la vida.
Fijos siempre en la luz de cada día
Y dispuestos otra vez a la sorpresa.
Mi palabra no bajó del infinito
Seguramente el arma más brillante,
Compañera más fiel, siempre dispuesta
Para abrir los recodos de ignorados caminos
Sacando luces nuevas, alumbrando penumbras
Con su dardo certero e implacable.
Hay sonidos que encienden una tarde,
Efluvios penetrantes que te buscan
Hasta encontrar con ansia tus raíces
Y hacer que se levante tu espíritu maltrecho
Como si tu alimento fuera el aire.
Te encontré. Nos hablamos
Y partimos sin saber hacia dónde
¡con tanta desazón a las espaldas¡
¡con tanto fuego retenido tras los pliegues!.
Mirábamos sin ver, huíamos del silencio
Y alcanzamos nuestros cuerpos
Como si de un destino se tratara:
Un hogar, una patria, un continente
En el que hemos vivido desde entonces.