Sara (Bar literario)

Último día

 

 

Nada queda después de la nada.

Es inevitable en este silencio clavando sus agujas

/en el metal de mis teteras/

cabalgar el pobre día de establos  pútridos de hierba.

 

No hay caballos (vuelven los caballos en sus soles de piedra)

para montar su erizo y gritar de placer,  la estaca cruel

hundiendo su melena sobre el jinete balanceando sus bujías

                                                                                                                         en el último día de la hoguera.

 

Para qué remolino si no hay viento capaz de alzar el paracaídas ocular

Sobre cenefas girando su estetoscopio en la moraleja avinagrada.

 

Nada queda después de la nada

Sino la inercia de mecedoras, tejiendo el abolengo de las estériles Parcas.

 

“Vuelen cigüeñas sobre los pantanos de cuervos”