Es una pena que la noche esté de negro
salpicada de luceros y distancias.
Que nos invada la pequeñez
y nuestras grandes desgracias.
Es un misterio que estemos errantes
a millones de años luz de la nada
y nos quede sino querer abrazos:
el milagro de los cuerpos amados.
Es un delirio darse cuenta del silencio:
viejo sabio que nos trasmigra,
nos despierta, para que miremos la aurora
de este amanecer soñado por ilusos.
Es un asombro que podamos levantarnos
para mirarnos a los ojos y a las heridas.
Resucitar sin la ayuda de los ángeles,
seguir flotando con nuestra casa a cuestas.