Contrabajo.
Recorrido muy sufrido
con pasión recóndita,
luz intrínseca y
plenitud temeraria con deseo.
Tocar el cielo sin avasallamientos
es el gran objetivo de la vida.
Solo él iba corriendo,
saltando cauces,
rodeando grandes montículos
de material y tierra,
acompañado por su recuerdo,
con un vigor sin límites,
con una esperanza de enfermo
y con un compromiso más fuerte
que la palabra, el beso y el anillo.
Cada obstáculo es una obra
de complejidad incierta,
aunque siendo superada
es una victoria napoleónica,
en donde Francia es la suave sonrisa
más incierta que la misma Gioconda.
A tal magnífico estado llegaste,
fue tu gran esfuerzo que sin presteza
primó en los lugares de la cresta.
Tu vida se transformó
en acequia de las otras,
las casi subordinadas.
Quizá segregado me tenían
o a lo peor, retenido.
Pero tocar esa estrella fue logrado,
nada fácil en senderos minados.
La vida me mostró su rostro
y el trauma lo superé de a poco.
La resiliencia llegó un poco tarde.
Lo alcanzaste.
Contrabajo,
instrumento del viejo madero.
Contrabajo,
el de reverberación grave.
Confianza inerte que no lograrás,
porque al fin pudiste con ella.
Sonido que hace eco en la bruma.
Bosque oculto.
La melancolía fue gozo
y la ira, calma.
Tu canción fue desprecio
para tu fragilidad.
Si más no alcanzas
mejor no hables,
porque tu trayectoria,
camino imparable,
dice más que un billón
de conexiones neuronales,
que mil fuertes latidos ornamentales.
Cuando descubrí que lo interpretabas,
mientras yo hacía honores,
la pasión creció por rincones,
lanos y vacío.
Sí, eras tú.
Ese recuerdo convencía
más todavía.
Crecer.
Buscando me hallo.
Ni general ni estratega,
ya no busco.
Últimos versos
se quedan en silencio.