Corría el humo
por los cimientos
de mi huerto
y era el humo
quien al despertar
me sostenía.
Y coceche
espejismos rojos
y jugosos
de esperanza
y creciste
por el fruto
de la última
hora de mi vida.
¡Quien lo diría!
Yo solo
te alimentaba
para dejar
tu lápida
sobre
esta tierra
que me encuentra
en cuenta regresiva,
partiendo
hacia
las corolas
de los tiempos
de derrota
emigrando
hacia
la derrota
de tus horas
de alegría.
Y se precipito
la tarde
sobre
los tejados
de mi alma
para amanecer
de migajas
de recuerdos
desteñida.
Y cayo
la tarde
a secas
sobre los
ojos rotos
de mi huerto
para amenecer
sobre
un gajo
de oasis
de mentiras.