Albin Lainez

A D N

Con este viento que todo arrebata empecé a descamarme. Largas tiras de piel y huellas dactilares salían volando a qué países?. Claro que tomé conciencia de mi lado reptil por aquello de que cambian su piel según la estación en boga, también del aspecto águila cuando destrozan el pico y otras partes de su emplumadura, que deben doler hasta el tuétano, contra rocas en intemperie, para mantenerse a flote con semejante altitud y el ala decrépita. Bueno, pues que me dio la metamorfosis sin yo pertenecer a especie conocida por cambios de esta suerte. El culpable fue el imperioso vendaval, de súbito, repentino a más no poder, sorprendiéndome en medio de mi rutina, mi ruina, sin tiempo para ponerme a tono ni al tanto. Pero ya, qué caso tiene afligirse o putear a todo el santoral?, esto pudo ocurrir antes, lo que me habría incomodado mucho más, con el trabajo fluctuando entre mis ganas y la responsabilidad ante seres queridos a cargo y consecuencia. Ahora, mal que mal, tengo una vida hecha, tampoco es la muerte, ¿y qué si lo fuera?. Hay que estar siempre preparados para lo peor, somos tan frágiles los hombres, sobrevivimos de milagro; yo he llegado a este punto sin haber sufrido más que dos ataques a muerte, algún accidente que por obra y gracia no pasó a mayores, enfermedades diagnosticadas con anticipo y precio justo para afiliados con aporte al día. Ojo que también puede suceder aquí una toma de conciencia, un ver claro el abanico de posibilidades, hasta abandonar el puto vicio del tabaco a toda hora y lugar, o meditar hasta la transparencia.

OK, adelante entonces, quitemos espejos y testigos indiscretos, guardemos las apariencias por cuanto sea necesario. Cuando vuelva a las calles se verá cuál es mi nueva condición sobre esta tierra que ya parece anónima.