Érase una vez un castillo
Que no tenía alma
Pues estaba desocupado.
Sus habitantes habían escapado
Cuando ya no habían armas
Ni soldados.
Era inexpugnable en esos tiempos añorados
Cuando los reyes fueron entronizados
Y con sus pasiones y deseos
Rivalizaron con su alma
Sometiendo a su reinado.
Un día la guerra terminó
En todos los condados
Y en esos tiempos de paz
El castillo fue descuidado
Luego dejado de lado.
Justo cuando el alma tenía la oportunidad
De disfrutar de la belleza de sus paisajes dorados
En armonía con sus hermanos
El castillo se quedó sin alma.
Esos hermosos días
Habían pasado.
La calma lo fue socavando
Sus torreones enmalezados
Sus almenas diluidas
Sus paredes sollozando
Siguieron mirando el horizonte
A lo largo y a lo ancho
Buscando a esos reyes
Que lo habían habitado.
Pero ya no estaban
Más que en los silabarios.
Érase una vez un castillo
Solo y desolado
No uno si no varios.