La peste sobre lo creado.
Ay, pobres florecillas
que sin resabios y sin odios,
fueron adornando dulcemente
el verde esperanza
del precioso césped.
Tanta inocencia perturbada
por asquerosas zarzas
lanzadas desde arriba,
por las manos sucias manchadas
a veces por su propia sangre.
Arañan con saña,
aplastan sin remordimientos,
el aroma, la belleza y la candidez
de las blancas y pequeñas margaritas,
pinturas preciosas en la corta hierba.
Tanta lucha ardua,
por hacer fértil una tierra yerma,
para que su brillo vertido en los frutos,
recrearan la risa en los ojos tristes.
Mas llegó la helada marchitando
aquello que logró el calor,
la bella cosecha horadó el gusano,
por fuera de seda,
por dentro amasijo de tripas,
envidiando cosas que nunca alcanzará,
pues no tiene pluma
tan sólo murciélagos,
chupando excremento en la oscuridad.