Despierta y bosteza
el viejo comedor,
la virgen del rosario
y una ya gastada vela
sobre el aparador.
El cielo azul, un cuadro,
resiste solo una estrella,
un vaso abandonado
con algo de licor.
Amanece el desierto
gris cemento
con aliento y sin adiós.
Despierta y bosteza
en el horizonte
aquel lejano y tibio sol,
cansado y con sueño
adormecido
el que alguna vez latiera
hoy regresa,
como un clavel del aire
se adhiere
a las paredes del cielo
y del amor,
atraviesa las rendijas,
penetra,
me atraviesa
y de tus ojos en sombras
surge y se trepa
con dolor.
Despierta y bosteza…
un blanco mantel,
las sillas dispuestas
y una mesa para dos.
Un papel, una lámpara,
una lapicera,
un pequeño florero
un pincel y una flor
y el haz que fluye de adentro,
de ocres colores, aromas
y un poco de imaginación
ilumina estos versos,
resucita la memoria
el rozar de las letras
en el camino
y todos los recuerdos
que regresan
al alma
de donde alguna vez
habían partido.
Si fueras tú la flor
aquella que murió como capullo
marchita antes de crecer
presa del tiempo,
al arrullo
de pétalos sutiles
y simples olvidos.
Despierta y bosteza
una caricia,
una palabra,
una voz,
tal vez
aquella vieja canción
emana lejana
y envuelve,
como este tibio sol
y ya no se
si es el recuerdo
o el recuerdo del recuerdo
o el sueño del sueño
que vuelve y amanece
y se hace miel
en aquella que aún sin ser
partió.
Despierta y bosteza…
Si fueras tú la flor
la que me despierta
y aún me sostiene,
la que aparece
cuando el presente se muere
y el poeta se da cuenta
que solo es un hombre
adherido a sus paredes,
pasado,
preso y condenado
comiendo y bebiendo sentidos,
solo,
escribiendo a una vida tuerta,
soñando pequeños momentos
transformando recuerdos
en frases llenas de letras vivas,
reviviéndolo.
Despierta y bosteza
el viejo comedor,
la virgen del rosario
y una ya gastada vela
sobre el aparador.
El cielo azul, un cuadro,
resiste solo una estrella,
un vaso abandonado
con algo de licor…
Despierta y bosteza
el destino,
lo sé,
él no me hubiera perdido
si fueras tú la flor.