Ven a mí como la rosa roja ardida
descifrando el enigma de la distancia.
Suelta tus anclas
y trae tus muslos blancos mujer bravía.
deja la pena famélica sin ropas
y la angustia deshojada/
Ven a mi latido de vena propia
con tu piel virgen armada en el lodo/
Apaga tu necesaria sed
de amor en un todo
Agita tu voraz paso de hambre noble
que el amor
siempre llega con sus temblores
sacudiendo como polvo los pesares del alma
con los pañuelos rosas de la ventisca
y sus aletas de retorno traen
el aire renovado en tus pies de negra harina/
y trae todo el agua de tu llanto depurado/
La fatiga de corazón peregrino
para el fuego
contenido en mi volumen de brazos/
Mis manos de llama deslizarán calor
en tu pradera de espeso continente/
Caminemos como dos columnas de piernas
fortalecidas en una batalla de relámpagos
con los márgenes de la luz y su delicia,
andando las delgadas sendas de la claridad,
hasta precipitarse
los cereales alimentados
en dos cuerpos nutridos
bajo un panal derrotado/