La cigarra
mueve arpegios en su canto.
El gemido de las almas disipadas
se dibuja entre los espacios del verano.
Su grito profano, su aletargo,
su enajenado albedrío
y entre su quejido lloroso
se esboza aquel amor alborotado,
incitando al frenesí
que flota entre distancias
y espacios adormilado.
CARLOS A. BADARACCO
4/1/13
(DERECHOS RERVADOS)