Tengo los pies dispuestos
y las manos movedizas,
endulzado el aliento
con historias fronterizas.
Tengo levado el ancla
y sueltos los aparejos,
mordiendo una rosa blanca,
volándose hacia lo lejos.
Una larga travesía
me queda por andar
y al esperar, mi poesía
se derrite de ansiedad.
Ya parte esta golondrina
sonriente el alma va,
no duelen más las espinas,
no hiere la soledad.
Como un mascarón de proa
se extiende mi cuerpo libre
y en el pecho versos afloran
con una fuerza irresistible.
Un camino se vislumbra
entre los mares de tus ojos
y queriéndote deslumbran
estos labios color rojo.
Pero ya no necesito
ni las caras, ni las sombras,
sólo Dios, sueños bonitos
y el cantar de las alondras.
Aquí va, se va la barca
a surcar los siete mares,
la brújula lo marca,
soy canción, no me pares.