La nube la mira de reojo,
se esponja, se oscurece,
una brisa fugaz la acaricia suavemente;
el sol la calienta con ternura,
ella despierta, perezosa
y se arrulla todavía al bullicio
de un nuevo día.
Se acicala para el cortejo
y acomoda muy coqueta
arcilla, limo, arena
en adecuada proporción
para la perfecta textura.
Quiere estar bella, seductora
mostrarse esplendorosa y fértil.
Y en una tarde fresca de luna enamorada,
la lluvia incontenible moja toda su estructura.
Huele a tierra mojada,
a tierra fecunda... a tierra arada.
Lujuriosa se dispone a disfrutar labranza,
y se contonea toda al trazo
de surcos serpenteantes.
Generosa se abre para albergar semillas
y con maternal instinto equilibra
nutrientes, minerales
para alimentar la vida.
Pronto todo reverdece,
brilla al sol la clorofila;
un enjambre de abejas afanosas,
espera floración para libar néctares sabrosos.
¡Polinización maravillosa!
¡Explosión de color!
¡Frutos suculentos!
¡Sexo perfecto!