Tiempo.
Miserable tiempo.
Fui limitado a medir la duración del tiempo
porque cada acontecimiento aligeraba el momento,
cada vez que intentaba apreciar tu boca
ya el tiempo se había escurrido al arcaísmo.
Ya nuestro estado en el presente fue un tiempo,
una ocurrencia sujeta a cambio y variaciones,
un acaecimiento cual produjo una expectativa,
un periodo que se aventó en sus propias dimensiones.
Tiempo.
Malévolo tiempo.
Cada segundo se transformaba en un olvido
y no podía detener el sentir de tus brazos.
Cuanto desee amar la variedad de tu aliento
pero el tiempo en secuencia se apresuró.
El presente fue poco vivido,
el pasado se estableció como rey eterno.
El anticipado futuro no ofreció albergue
sino tiempo sin tiempo, ciclos sin duración.
Tiempo.
Infausto tiempo.
Minúsculo espacio fue el verme en tus ojos
sin poder conservar la sutil experiencia,
porque me hostigó el tiempo la perpetuidad,
y el querer amarte sin amarte fue su penitencia.
Mañana no habrá tiempo
de vivir lo que en el ayer fue trecho,
el querer revivir esa memoria alada
es pretender ser de los minutos un milenio.
Tiempo.
Exigente tiempo.
Me impregnó el tiempo de huellas en la arena,
me abofeteó sus recuerdos de tu compañía.
Cual cólera al alma fue matando mi curso,
envenenando nuestro espacio y flechando mi herida.
¿Existirá el preludio de un nuevo tiempo
donde se hallará espacio para amarte en el presente?
Se que haría del presente un pasado apasionado
y del tiempo un monumento inolvidable.
Daniel Badillo