asierolea

Te beso, te muerdo, juego y te poseo.

Me acerco a ti por detrás,

te sorprendo con un susto,

miro cerca y veo más,

bragas blancas, qué buen gusto.

 

Te acaricio yo la piel

con un lento movimiento,

suave eres, como la miel,

y es placer lo que yo siento.

 

Va creciendo mi libido,

hay mucha sangre en mis venas,

susurrando, yo te pido

desnudarte y no me frenas.

 

Noto tu aura femenina

con tu cuerpo en proporción,

y tú, con calma felina

te lanzas por mi ratón.

 

Te detengo lentamente,

pues te quiero hacer sufrir,

siento el sudor en tu frente

y tu corazón latir.

 

De pronto el tiempo se para,

tu sujetador yo miro,

me acerco, beso tu cara

y tu suave olor respiro.

 

Despacito y con ternura

tus húmedos labios beso,

con cariño y con dulzura

juego yo con mi sinhueso.

 

Tras esperar un ratito

viéndonos en un espejo,

el sujetador te quito

y tus pechos libres dejo.

 

Te encuentras semidesnuda,

mas quiero jugar un rato,

tu pierna derecha suda

cuando te quito el zapato.

 

Hacia la otra pierna voy

y el zapato voy quitando,

bastante excitado estoy

con tu entrepierna pensando.

 

Sólo ansío poseerte,

y mi excitación no mengua

cuando dejo de lamerte

para besarte con lengua.

 

El ojo derecho guiño

al mirar tus ojos bellos;

los contemplo con cariño,

hermosos como sólo ellos.

 

Masajeando tu espalda

uno de tus muslos muerdo,

dejando bajo la falda

esa marca de recuerdo.

 

Pronto meto, sonriendo,

en tu falda la cabeza,

sobre tus bragas lamiendo

con mucha delicadeza.

 

Tras todo eso, salgo fuera,

de tu culo estoy cerquita,

deslizo por la cadera

tu roja falda bonita.

 

Voy bajando con cuidado

las bragas por tus tobillos,

por tu suave pie rosado,

donde lamo los dedillos.

 

Ya no te queda más ropa,

está tirada en el suelo;

caliente como una sopa

respiro tu largo pelo.

 

Sin abrir la boca, mudo,

me quito las deportivas;

y hasta quedarme desnudo

junto nuestras dos salivas.

 

Ya no tengo pantalones,

las trusas desaparecen,

y al lamerte los pezones

los nervios se desvanecen.

 

No puedo quedarme quieto,

necesito escuchar ruido,

así que al fin te la meto

causando en ti un gran gemido.

 

Tu interior es agradable,

me encuentro en el paraíso,

por lo que usando mi sable

la saco y meto, preciso.

 

Gozas bastante, lo veo,

está claro que te gusta;

me encanta, pues te poseo,

algo que a ti no te asusta.

 

Sigo con mi mete-saca

mientras tú te contorsionas;

mi instinto animal ataca,

le contestan tus hormonas.

 

Lamo de ti cada seno,

ya libre sin el sostén,

y en ningún momento freno,

sino que sigo el vaivén.

 

Muy veloz, con entusiasmo

al mismo tiempo llegamos

al fuerte y grandioso orgasmo,

y abrazados nos tumbamos.

 

Asier Olea

http://www.unapausaentuvida.blogspot.com