Caen sobre mis hombros como gigantes piedras que lastiman mí ya de hecho malherida alma,
las batallas perdidas fruto de una búsqueda desesperada y desesperante por simples migajas de amor,
cuan puñaladas en el corazón,
triste es levantar la vista hacia un horizonte sin luz y hundirse en el camino,
como oscuro y pesado plomo en medio de la bravía mar de esta cruel vida,
ahogarse hora tras hora esperando que el reloj abandone su insistente deseo por continuar marchando como ejército impávido,
despiadado,
cruel y certero,
halando tras de sí mi juventud ya cansada de luchar,
mis sueños,
mis ilusiones,
mis esperanzas y mis deseos como funestos trofeos de batalla,
derrotados,
torturados y cruelmente asesinados por enemigos sin honra u honor,
han apartado de mi lado lo que siempre quise y que con tanto empeño y esfuerzo luché y defendí,
aquella que me dio vida más allá del simple existir,
pues no tiene vida al que se la han dado sino quien tiene un porque para vivirla,
una razón para pelear cada batalla,
sin importar si desde el comienzo está perdida,
tiene vida aquel que ha aprendido a amar con toda su alma,
entregando todo sin miedo a perderse en el incierto laberinto que son los caminos del amor,
No importa cuánto te pierdas por alguien,
siempre que exista amor te habrás encontrado a ti mismo y será, aunque sea por un instante como mirar el más bello paraíso,
un mundo para el cual no hay palabras y nunca las habrá,
nadie podrá nunca definir el amor y caer de vuelta al mismísimo infierno donde no existen llamas, porque las llamas serian una dulce caricia en comparación del innombrable número de veces maldita soledad que destruye,
que desgarra,
que quema, arde, pica y roba la cordura,
si tan solo conociera aquella magia que devolviera a mi amada a mi vida y con ello mi felicidad,
no me importaría venderle mi alma al mismísimo dragón rojo comandante de ciudades y legiones...